BERLANGA O EL HUMOR COMO ARMA

Luis García Berlanga es el mejor representante cinematográfico (junto a Luis Buñuel) de la tradición satírica y grotesca de la cultura española.
Sus películas, cuentos construidos a base de realidad, humor negro y simbolismo, hicieron las delicias del público y de la critica española durante 4 décadas. Todas ellas se saltaron la censura entrando por la puertecita del humor, un agujero siempre tan infravalorado por la burguesía y los intelectuales. Pero bajo esa piel de cordero inocente que respiran todas aquellas obras inmortales que nos ha ido dejando (Bienvenido Mr. Marshall, Calabuch, Los Jueves Milagro, Placido, El Verdugo, ¡Vivan los novio!, La escopeta Nacional, Patrimonio Nacional, Nacional III, La vaquilla, Moros y Cristianos o Todos a la cárcel) palpita un volcán furioso, una crítica desgarradora hacia los peores vicios e injusticias que ha parido el Franquismo y la actual Democracia.

Heredero de Goya, Valle-Inclan, Azorin, Arniches o Gómez de la Serna, Berlanga traza con el filo de una navaja -todavía manchada por el chorizo o la sangre- diálogos, escenas o personajes que, con los pies bien asentados en la realidad, nos saludan irónicos desde la pantalla, advirtiéndonos de la hipocresía social en la que todavia vivimos.
¡Y qué actual es Berlanga! Solo hay que revisar cintas como Plácido (1961) para darse cuenta de lo poco que ha cambiado España en los últimos 50 años. Seguimos poniendo tiritas a los problemas sociales sin incidir en las causas que los generan, y que siguen generando cada vez más: paternalismo en los pobres y buena conciencia en nosotros, los ricos.

La mirada de Berlanga es de abajo a arriba. Sus protagonistas: perdedores, pobres, humillados. Su estilo: películas corales, repletos de largos planos secuencia sin trampa ni cartón, sin planos subjetivos ni intimistas, salpicados de personajes secundarios que saltan de la vida a la pantalla y que tras decir su frase desaparecen de la ficción, para sumirse, seguramente, en la cruda invisibilidad de los nadie.

Sus películas son el testimonio vivo de una época en la que no se podía hablar, y sin embargo…Berlanga nos enseñó que por ciertas brechas del sistema, puede uno adentrarse para convertir la mierda en flores sin que nadie se de cuenta.

Pero la mierda huele, y el público, que siente ese hedor en sus narices, no puede hacer otra cosa que reírse y empezar a ver que, incluso los GIGANTES, tienen los pies de barro…

Podéis ver la ultima escena de Plácido, con la "supuesta nana aragonesa" en Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=Z6GuDNY8BYo


Raúl San Julian